Como nos conocimos
Dicen que las mejores historias empiezan donde menos te lo esperas… aunque en nuestro caso, fue a las 6 de la mañana, en el gimnasio, entre sentadillas y bostezos. Nuestro estilo de vida siempre ha sido algo peculiar: madrugar, entrenar duro, disfrutar del campo y las cosas simples. Y allí, entre pesas y cafés tempraneros, la vida decidió cruzarnos. Desde el primer momento, fue como si todo encajara. Nos reíamos de las mismas tonterías, nos gustaban las mismas cosas… y nos entendíamos con una mirada. Era como si lleváramos toda la vida entrenando para encontrarnos. Y entonces llegó su cumpleaños. Le preparé una tarta la noche anterior (con mucho amor y algo de avena, por supuesto), la llevé al gimnasio al amanecer, la escondimos en la nevera del staff, y cuando el grupo salió a tomar café tras el entrenamiento... ¡sorpresa! Su cara al verla fue de película. Entre la emoción y las risas, me la terminé de ganar por el estómago. Desde entonces, ya no hemos querido dejar de compartir desayunos… ni la vida.